Reforma Laboral: ¿jaque mate al sujeto peronista?

Columna de opinión a cargo del Licenciado en Ciencia Política Ignacio Adanero

Nacionales 14 de enero de 2023 Ignacio Adanero
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En su libro "Breve historia del anti populismo", Ernesto Semán sostiene que la reforma laboral constituye ese río donde se ahogan todas las esperanzas (neo) liberales. En el último intento, el gobierno de Mauricio Macri trastabilló luego de la sanción de una tumultuosa reforma previsional en diciembre de 2017. 

Hoy, en las vísperas del año electoral, son varias las voces del empresariado exclamando por la “necesidad” de una reforma laboral que permita “mejoras”. Su propuesta es abrir negociaciones para segmentar acuerdos por sectores o por empresas, modificar el sistema de multas que sanciona a las empresas por no tener registrado debidamente a sus trabajadores o avanzar en un plan para incorporar al mercado laboral beneficiarios de planes sociales, extendiendo los períodos de prueba y reduciendo las cargas patronales.

El corazón de este argumento es compartido por casi todo el arco político de centro-derecha y sus ejes resuenan familiares: nuestro país lleva más de una década sin crecimiento económico sostenido y una de las razones radica en la “rigidez” o “anacronía” de su legislación laboral, el sindicalismo argentino constituye una rémora del pasado que “desestimula la inversión” y detiene el avance de la modernización; ergo, el “aprendizaje” histórico constaría de “ir más rápido” o “apurarse” en la sanción de una legislación laboral “acorde al siglo XXI”. Las aparentes mejoras llegarían como efecto de la institucionalización de una nueva correlación de fuerzas capital-trabajo, donde se estimularía la inversión-empleo vía disminución de costos de contratación, registración y despido.

La instalación del tema no proviene únicamente desde aquellos que, parafraseando a Semán, serían voceros de las esperanzas: con visión estratégica u olfato táctico, el dirigente social Emilio Pérsico sostuvo en octubre pasado que “en Argentina es necesaria una reforma laboral” que acompañe una limitación de los planes sociales; es decir, una reforma que alcance más bien a los trabajadores sin convenio, focalice esfuerzos en la registración de la economía popular, donde el Estado pueda blanquear el trabajo que realiza un porcentaje casi mayoritario de argentinos.

En el mismo sentido, surge la pregunta por la situación de los trabajadores del capitalismo 5.0, pues en plataformas digitales se observan procesos de trabajo donde abunda la desprotección y se desconoce quiénes regulan las tareas o cómo se organizan las mismas. La lógica algorítmica y la inteligencia artificial inauguran maneras de trabajar donde lo que fluye no sólo es información sino relaciones laborales con derechos básicos negados. En ese sentido, investigadores proponen revisar las condiciones de un proceso de tecnologización del trabajo donde “las regulaciones laborales vigentes no son suficientes para proteger a los trabajadores”. El argumento para hablar de Reforma Laboral sería una demanda de más Estado o más regulación, pues si el trabajo es autónomo, auto-creado o si el jefe es un algoritmo, la reforma se plantea como un salvoconducto para revertir contextos de precarización.  

Por último, existe un tercer conjunto de perspectivas que se dirige a interrogarnos si la reforma laboral no constituye una realidad efectiva de nuestros días. Desde la oposición a la reforma se preguntan si un 50% de informalidad laboral no encarna una muestra palpable de capitalismo “eficiente” con bajo costo de mano de obra; se suma a este panorama la existencia de regímenes de trabajo “especiales” o locales, firmados por fuera de los tiempos u obligaciones que acostumbran las negociaciones entre actores a nivel nacional (tal el caso de los trabajadores del petróleo en Vaca Muerta). El ajuste operaría en la práctica mediante reformas vigentes como la tributaria, donde rige una considerable rebaja de aportes patronales e impuesto a las ganancias para las empresas. 

Estamos, en conclusión, frente a un escenario que muestra tanto la pluralidad de perspectivas como la existencia de ciertos silencios solapados en el debate: si el futuro llego hace rato y estuviéramos frente a la consolidación de formas de trabajo asimétricas o descentralizadas cuya reversión constaría de colocar un ingente esfuerzo en formalizar tareas, el tono del arco político de derecha viraría con un énfasis distinto hacia temas que antes eran tabúes (como el despido sin indemnizaciones). La pregunta es: ¿por qué la derecha toma la carta como un asunto vital de cara a las elecciones? 

Una pista probable sería remitirse a la historia reciente y memorizar que el primer gran acto simbólico del último gobierno centro derechista fue el encarcelamiento de la dirigente tupamaru Milagro Sala con el objeto de reestablecer las jerarquías e inaugurar el fin de la acción colectiva de un movimiento social con sólida estructura. Uno de los primeros golpes de efecto de un proyecto (neo) liberal que desee escapar al río donde se ahogan todas sus esperanzas podría radicar en el deseo de darle fin al otro depositario de una sólida estructura colectiva: el trabajador con derechos laborales, el arquetipo del sujeto peronista. Habiendo resultado un tanto ineficiente el juego de garrote y billetera contra los referentes del sindicalismo argentino, el “aprendizaje” de todo proyecto (neo) liberal que se pretenda fundacional podría consistir en un letal golpe inicial que logre una suerte de tabula rasa en la memoria de clase de aquel vestigio de sujeto con derechos laborales (con su poder, su gloria, sus obras sociales, paritarias, aguinaldos, convenios, etc). 

Como bien sabemos, una identidad política no posee un sustrato prefigurado y en el último tiempo hemos visto deshilvanarse ciertas formas de autopercepción de algunos colectivos sociales, donde millones de argentinos trabajadores de la economía popular bregan por ser reconocidos como tales, en una búsqueda identitaria que abre tensiones.

En la construcción de puentes entre el sindicalismo clásico y los movimientos sociales, en la emergencia de nuevas nociones de trabajador y trabajadora como sujetos de derechos bajo los términos de sus propias demandas, en los des-tiempos que habilite la herencia del gobierno de Alberto Fernández se juega, no sólo gran parte de la expansión de las fronteras identitarias del sujeto peronista (con la consecuente heterogeneidad que va adquiriendo el sustrato de aquel), sino las probabilidades de éxito de un ansiado jaque mate que la centro derecha tiene entre sus manos. 

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